jueves, 28 de abril de 2011

Roger Waters - The Wall, Madrid 26-03-2011 PT. 2

Durante los quince o veinte minutos que duró el descanso, estuvimos contemplando un muro con los rostros y los datos de más víctimas de las guerras (había varios españoles asesinados durante la guerra civil o víctimas de ETA).
Las fotos que se proyectaron fueron enviadas a través de la página web de Roger Waters los meses antes al inicio de la gira, por lo que la mayoría de ellas las habían enviado familiares directos de las propias victimas.
El muro vuelve a transformarse en muro cuando las luces se apagan. Las primeras notas de Hey you, otra de las míticas de Pink Floyd inundan el palacio en el primer tema del segundo disco. "Can you feel me?" Miles de miradas buscábamos a Waters, pero él permanecía al otro lado del muro, lejos de nosotros, aislado y haciendo sentir su presencia con la cálida vibración de su voz.
Unos enormes ojos tristes empiezan a observarnos. Dos focos se encienden y pasean por el público mientras Is there anybody out there? suena. Las acústicas y los violines de la parte final nos distraen mientras que, sin darnos cuenta, una parte del muro izquierdo se abre y se convierte en un pequeño salón... perdón, en el mítico saloncito de la pelicula. Pero nosotros seguimos con Is there anybody out there? y no nos daremos cuenta de esto hasta que Nobody home hace acto de presencia.
Roger Waters aparece en el saloncito, sentado en el sillón, con la mítica lámpara, el televisor encendido... y ese será el pequeño escenario donde interpretará muy comodo el tema... tomando fuerzas quizás para el momentazo que seguía a continuación.

Todo el concierto fue espléndido, no os quepa la menor duda... y creo que mis humildes palabras reflejan hasta ahora la grandeza del concierto... pero lo que vino tras la actuación del saloncito... para eso me temo que me quedo corta diga lo que diga: la triada de Vera, Bring the boys y Comfortably numb
Muchos sabíamos que sería el mejor momento de la noche... y no defraudó. El recuerdo de Vera Lynn nos agarró el corazón. En la gran pantalla del muro, las proyecciones nos hicieron sonreir con lágrimas en los ojos cuando niños se reencontraban con sus padres que volvían de la guerra... pero, The Wall es real, y no todos los padres se reunen con sus hijos... y no todos los niños sobreviven a la guerra. Roger Waters apareció al sonar los tambores para entonar la épica Bring the boys back home. Nuestras lágrimas de alegría de las anteriores proyecciones se transforman en lágrimas amargas cuando se proyectan crudas imágenes de niños marcados de por vida por algo que no entienden. Con las manos en alto, la mayoría nos dejamos llevar en este tema... sabiendo que lo que venía a continuación sería lo más grande del concierto.
Comfortably Numb es para mi el corazón del muro (además de un tema muy muy especial). Me veo incapaz de decir nada sobre el, salvo que no pude parar de llorar y aun me duelen los brazos de tener durante los siete minutos que duró los pelos de punta permanentemente.Y como no puedo decir nada, os dejo un video.
Bueno si, tras el ver video si que quiero apuntar que David Kilminster se salió a más no poder. GRANDE

Cuando terminó, me hubiera quedado toda la noche aplaudiendo hasta que las fuerzas me abandonaran, pero el tema que seguía a continuación me recordó que The show must go on. El grupo vocal que llevaba Waters por coro salió a escena delante del muro, capitaneado por Robbie Wycoff, todos vestidos de militar. Eché de menos las anteriores giras de Waters, y las voces negras de mujeres que le solían acompañar. Daban un toque mucho más glamuroso a los temas, y posiblemente, The Show must go on habría ganado muchísimo con una Katie Kissoon, por ejemplo... pero a servidora no le quedó mas remedio que conformarse y, pese a mis palabras, no tengo queja alguna.
In the flesh empieza poderosa entre los  lejanos aplausos de The show must go on. Te preguntas cuando han montado todos los instrumentos delante del muro, porque todo el equipo está en sus puestos para hacernos disfrutar, vestidos de militar. Nuevamente los martillos cruzados hacen de acto de presencia, como si cayeran pesados estandartes en el muro, y banderas... y Waters de nuevo con su gabardina de cuero.
Y... ¡el cerdo sobrevuela nuestras cabezas!
Esta vez no se trata del mítico cerdo de Pink Floyd, sino que es una especie de Jabalí negro. "¿Por qué no saca el cerdo original?" me preguntaron... bueno, la respuesta puede ser sencilla. El cerdo sólo sale a pasear cuando se interpreta "Pig" o alguna canción del disco Animals. Este jabalí portaba mensajes similares, aunque más acordes a la temática de The Wall y a la estética del concierto y la canción.
In the flesh termina con Roger Waters disparando a su público con una metralleta. Entre los aplausos se quita la gabardina, nos dedica unas palabras y, con el cerdo aún sobre su cabeza, él y su grupo empiezan a pedir palmas para que acompañemos  Run like hell. No nos queda otra que obedecer al dictador. Destacable trabajo a los teclados y a la batería.
Run termina con un aire marcial, y deja paso a los coros que dan inicio a Waiting for the worms. Robbie Wycoff me sorprende gratamente aquí, dandole un toque muy personal al tema, con unos falsetes muy logrados (me debió leer el pensamiento de que echaba de menos las voces femeninas).
Roger toma el megáfono y nos sentimos como si estuvieramos en la mili recibiendo ordenes de nuestro capitán. Las imagenes de la alucinación de Pink se suceden una tras otra, hasta llegar a la mítica marcha de los martillos cruzados y STOP unos segundos de paz donde Roger fuerza demasiado la voz pero que nos dan un respiro.
Comienza el sprint final. Mientras los técnicos desmontan la batería y se llevan todo el cableado, Roger Waters se quita la camisa y la tira con rabia. The trial nos anuncia que el fin ha llegado, es la hora de ser juzgado. En la pantalla se proyecta una serie de dibujos animados que resumen todo lo que vivimos con el muro hasta ahora. Las imagenes son grotescas, desagradables y agobiantes. Nos meten presión y nos ponen nerviosos... al borde la locura. Roger Waters nos dicta la sentencia con su voz de pelicula mientras se hace a un lado para que podamos disfrutar y saborear la pelicula.
The trial termina, y el muro empieza a teñirse de rojo sangre. El último verso de The trial es repetido una y otra vez por todo el público "TEAR DOWN THE WALL"... hasta que nuestro grito es escuchado, y el muro se nos cae encima.
El polvo cubre las primeras filas, mientras las luces se encienden. El público enloquecido se siente liberado, aplaudimos con fuerza y gritamos con un subidón de adrenalina impresionante.
Pero no todo está acabado, queda algo más. Entre los escombros del muro, salen en fila todos los miembros de "The wall tour" para interpretar, ya fuera del muro Outside the wall. Un final divertido, con arcordeón, trompeta, banjo... que nos despide y nos deja con una sonrisa en la cara... y con la extraña y mágica sensación de haber hecho un sueño realidad.

OPINION PERSONAL
Para mi The Wall siempre ha sido un disco importante. Cada vez que veo la pelicula me hundo, lloro, me pongo feliz, sonrio.
The Wall logra conectar con el oyente. The Wall logra hacerte sentir, escarba a través de tu muro, te descubre dentro de el, desnudo e indefenso. The Wall es mucho más que una pelicula, un disco, una idea... y el concierto de The Wall es mucho más que un concierto, que un directo, que una pelicula.
Tuve el placer de ver al señor Waters en dos ocasiones con la gira de Dark Side... y hasta entonces pensaba que no podría vivir algo mejor. Me equivocaba. The Wall en directo es una de las mejores experiencias que pueda vivir un amante de Pink Floyd, un amante de la música, un amante del arte, del cine. Es un orgasmo. Es un miedo enfrentado, una muerte, una subida a los cielos, una resurrección.
The Wall es poder cerrar los ojos y trasladarte a los rincones más oscuros de tu mente, iluminarlos... vencer. Y muchos fuimos los que nos sentimos victoriosos aquella mágica noche de Marzo.

martes, 19 de abril de 2011

Roger Waters - The Wall, Madrid 26-03-2011 PT. 1

Tarde... como siempre, tarde. Casi un mes después del concierto y ni un sola palabra del gran concierto al que tuve el placer de asistir. Pero aquí estoy para remediarlo.

ROGER WATERS, THE WALL. 26 Marzo del 2011
Sabado 26 de Marzo. Pocos minutos después de las nueve y media de la noche, las primeras notas de “In the flesh?”, interpretadas por una trompeta, resuenan en el Palacio de los Deportes de la comunidad de Madrid. Como primer bocado del gran menú que íbamos a degustar, bengalas rojas se disparan acompañando la entrada pesada del tema. En la pantalla de luna llena, situada en el centro del escenario, la mítica imagen de los dos martillos cruzados. A izquierda y derecha del escenario, unos pocos ladrillos empiezan a formar el muro, y, sobre ellos, parece haber pegados pósters con la misma imagen. En lo alto, sobre una estructura metálica, soldados portan banderas con el símbolo del martillo.

 Roger Waters aparece y nos observa, recorre el escenario saludando mientras la banda, compuesta por 11 músicos, continua solemne ejecutando la magia. Dos soldados visten a Waters con una gabardina negra de corte militar y unas gafas de sol. Con los brazos a la espalda se dirige al micrófono situado en el centro, y todas las miradas le observan mientras empieza a recitar sobre una cama de voces corales los primeros versos de “In the flesh?”: “Así que pensé que quizás te apetecería ir al espectáculo para sentir el cálido estremecimiento de la confusión”. Asentimos y entendemos que esto ya ha empezado, y que, tal y como solíamos hacer en nuestras casas, vamos a poder disfrutar del que probablemente sea uno de los mejores discos concebidos en toda la historia de la música, y lo íbamos a hacer allí, en directo, viendo al arquitecto del único muro que pagaríamos por volver a ver construir “¿Te gustaría descubrir lo que hay detrás de estos fríos ojos? No tienes más que arañar a través del disfraz”. Dicho esto, los soldados se retiran. Empiezan los disparos. Las luces se van, y los fuegos artificiales en fila, arriba y abajo, iluminan todo el Palacio mientras un avión (una maqueta de un caza) nos sobrevuela y se estrella en un lateral del escenario formando una gran llamarada.
Tras la espectacular apertura del show, el llanto de un bebé se nos clava en el pecho y, al igual que en el disco, es el turno de The thin ice. Robbie Wycoff es el cantante elegido para interpretar las voces de David Gilmour. La voz es mucho más aguda que la de Gilmour, y quizás no logre plasmar la dulzura con la que David comienza a susurrar este tema en el disco… pero estamos en un directo, y no estamos viendo a Pink Floyd, no podemos exigir nada más. En la pantalla del centro, se proyectan fotos de víctimas de distintas guerras, con nombres, apellidos, procedencia, año de nacimiento y año de defunción. El primer rostro que aparece es el del padre del propio Roger, que murió en 1944 en Ansio, Italia, durante la segunda guerra mundial. Canta Waters su parte, mientras las imágenes dejan de tener nombre propio y se convierten en un desfile de rostros rotos por las guerras.
Con las lágrimas retenidas en nuestros ojos, el ritmo galopante provoca un sin fin de gritos ahogados en la multitud. Another Brick in the Wall Pt. 1 hace que el público empiece a acompañar con palmas hasta que Waters, con su bajo en el centro del escenario, empieza la canción con la que acepta que su padre no va a volver y que “después de todo, no eran más que ladrillos en el muro”.
El sonido de un helicóptero silencia a los cada vez más lejanos lamentos de Another brick in the wall pt. 1. Un foco empieza a pasearse por todo el público, y hace que nos sintamos observados desde las alturas por un helicoptero que en realidad no está allí. Busca algo… y nos distrae mientras se despliega un muñeco gigante, una marioneta que representa al profesor abusón del colegio… al final de este “Happiest days of our lives”, que sirve de enlace a Another Brick in the wall pt. 2 , la gente sabe que viene la canción más conocida de Pink Floyd, y, cuando llega, todo el mundo estalla y empieza a acompañar a Waters y sus cuatro coristas con el himno “We don’t need no education”. la sorpresa llega cuando unos niños saltan al escenario en fila, y hacen un playback de la canción mientras hacen una “compleja” coreografía que consiste en dar palmas a un lado y a otro, y a señalar al muñeco cuando la canción reza “hey, teachers! Leave us kids alone” 

Los solos del tema se los reparten, primero David Kilminster, que acompaña a Waters desde 2006, y después Snowy White, que ya había acompañado anteriormente a Waters, a Richard Wright, a Pink Floyd y Thin Lizzy.
Cabe destacar que, a propósito de que el muñeco del profesor no es más que “otro ladrillo en el muro”, mientras escuchábamos y saboreamos todo lo que llevamos de concierto, los técnicos traían bloques y construían en directo un muro en el escenario. Son los protagonistas invisibles del gran espectáculo que vimos. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, uno a uno montaban más ladrillos en el muro, que cada vez se hacía más largo y más incómodo para los espectadores, pues en algunos tramos, y a estas alturas del concierto, el muro ya empezaba a tapar al grupo. Además, el muro se convertía poco a poco en una pantalla gigante sobre la que se proyectaban imágenes que reforzaban y/o complementaban a la pantalla de luna llena del centro.
Guitarra acústica en mano y de nuevo en el centro del escenario por delante del muro que ya iba tomando formando, Roger hace una pequeña pausa que aprovecha para saludar al público, darle la bienvenida y aplaudir a los niños que ya se han retirado. Aunque las canciones no hubieran seguido el orden del disco, creo que todos los allí presentes reconocieron la canción al primer acorde, y es que esa guitarra acústica que da comienzo a Mother es tan dulce como la canción (a pesar de lo terrible escondido dentro de la dulzura de su letra). Mientras tocaba, en las pantallas se le veía a él, 30 años antes, tocar y cantar la misma canción en blanco y negro con una perfecta sincronización. Y, de nuevo Robbie Wycoff vuelve a cantar la parte de Gilmour, interpretando en esta particular ópera rock, a la madre de Pink, la sobre-protectora que, como dice en la canción “no te dejará volar, pero puede que te deje cantar”. Quizás, este momento tan emotivo en el show fue el más decepcionante por Robbie Wycoff, que sigue sin encajar en la voz de Gilmour, y canta de una manera bastante aburrida. Definitivamente no está al mismo nivel vocal que aquel que anunció que se subiría a uno de los conciertos de esta gira europea, y quizás le quite algo de magia a la contestación que la madre le hace a su niño en el disco. A la izquierda del escenario, y cerca de Wycoff, otra gran muñeco, que representa a la madre, con sus brazos de ladrillo y su abrazo que te apresa dentro del muro, permanece inmóvil pero su presencia es fuerte e imponente. Los solos esta vez corren a manos de Snowy White y GE Smith.
Y Waters se esconde tras el muro. En el muro a medio contruir y la pantalla de luna llena un desfile de aviones en fila parece dirigirse hacia nosotros mientras suena Goodbye blue sky. Los aviones empiezan a bombardear en silencio mientras el coro, compuesto por los tres hermanos Lennon y Jon Joyce entona la melodía picada. Las bombas son símbolos, de un intenso color rojo, religiosos, políticos y capitalistas, los principales motivos de las guerras más crueles y sanguinarias, que nos hacen tener que despedirnos del apacible cielo azul. Y tras esta reflexión, todo se tiñe de un funebre negro. En las pantallas, al ritmo de Empty Spaces, se proyecta una animación similar a la de la pelicula el Muro, en la cual dos flores bailan, se acarician dulcemente con los petalos, hasta que una embiste a la otra y comienza una salvaje pelea entre ambas. Esta canción incluye una novedad respecto al disco, y es que se empiezan a proyectar más imágenes bastante agresivas, y suena una canción que no se editó en el disco What shall me down, poderosa y oscura, hace temblar no solo la estructura del muro que se está construyendo, sino la estructura del Palacio de los Deportes entera.
Sin tiempo para dejarnos respirar, la guitarra de David Kilminster (la más heavy), silencia nuestros aplausos, mientras se proyectan imágenes muy sensuales de mujeres desnudas, quizás una de ellas es la que buscaba Pink en Young Lust. En esta canción, cobra protagonismo Wycoff, ya que Waters solo participa en los coros y es engullido por las cuatro poderosas voces del coro. Magnífico y destacable trabajo el de Kilminster y el del hijo de Waters a los teclados.
Tras una conversación telefónica que parece tener lugar en el interior de un gran ojo, Waters aparece sentado, cabizbajo. Se pone en pie, en el centro del escenario, para entonar con rostro descompuesto One of my turns. Con el microfono en una mano, nos regala la canción, quizás, más sosa de la noche, que termina con una larga nota de su poderosa voz y el aplauso del público que quizás quedo algo frío. Y la pantalla del muro se tiñe de negro, para recibir la angustiosa Don't leave me now. Unas lineas de colores (verde, rojo y amarillo) empiezan a chorrear desde la parte de arriba del muro, y, a la izquierda, tras un fondo blanco de ladrillo, un gran marioneata similar a una mantis religiosa con cabello de fuego se despliega y danza lentamentamente en los últimos compases del tema, al ritmo del coro mientras Roger Waters nos da la espalda y se esconde tras el muro.
El muro se convierte en un gran televisor, y en el van apareciendo distintos lideres mundiales que nos ofrecen un discurso. A cada cambio de imagen, un golpe invisible va rompiendo la pantalla, y las voces de los lideres se mezclan y se convierte en una orgia sin sentido para abrirnos paso a Another brick in the wall Pt. 3, que el publico aplaude y corea entusiasta. Y los ladrillos que faltaban por poner se colocan mientras suena otra de las novedades respecto al disco, The last few bricks. En el último ladrillo que faltaba poner, en el centro del escenario, Roger Waters asoma la cabeza iluminado unicamente por las luces que están tras el muro en Goodbye cruel world. Y en el último "goodbye", el ultimo ladrillo es colocado. El muro está completo... y es el final de la primera parte del concierto.

NOTA: Las imagenes utilizadas para adornar la entrada están sacadas de WIKIPEDIA.org , de la entrada The Wall Live.